lunes, 23 de agosto de 2010

Vinagre y rosas...


Ya, lo sé, sé que esta entrada debería de tener que ver con Toy Story 3, pero es que, desde que ayer por la noche tuve el privilegio de ver a este hombre en concierto, no puedo quitármelo de la cabeza.

Así que...


¡Tadáaa~! ¡Entrada sabinesca al canto!

La historia es simple: son las fiestas de mi ciudad, y lo único realmente bueno que se puede sacar de tal acontecimiento -que últimamente parece dar vueltas cual pescadilla que se muerde la cola en torno al alcohol, el flamenco y los toros- son los conciertos, y, creedme, en una ciudaducha como esta no tenemos una calidad... enviadiable en cuanto a los invitados a los mismos, y por eso tienes que correr para pillar una entrada cada vez que algo con un mínimo de calidad musical pisa un escenario. Por suerte, aún queda gente que se pueda considerar buena en el panorama musical español que hacen sus maxi giras por el país y que bueno, por A o pr B, deben de pisar nuestra soleada tierra. Sí, suerte que aún personajes como Sabina siguen dando caña en los escenarios, para gozo y satisfacción de unos oídos inconformistas como los míos.

Pues, eso, este sábado noche fui con mi padre -y que conste que andando, ida y vuelta inclusive- al recinto ferial que han mandado a tomar por culo un lugar nuevo y, aceptémoslo, más bonito. Tomé asiento -luego me arrepentí, porque, si bien era algo bueno que la música instrumental se escuchara de p*ta madre, no había quien entendiera palabra de lo que Joaquinito cantaba. Y no escuchar las letras de Sabina es pecado-, aún con esa sensación extraña al ver que era la única rondando los diecialgo en un amplio radio de espectadores, y que ni siquiera había terminado de escuchar por completo el disco nuevo del cantante que se supone que es de lo que el concierto per se iba. Tranquilos, todo desapareció en el preciso instante en que el show empezó con una de mis canciones favoritas del susodicho, joyita del nuevo disco, además:


Es verdad que, para mi gusto, la canción hubiera hecho mejor de cierre apoteósico que de comiezo, pero, bueno, no voy a negar que caldeó el ambiente y puso bien firme la tierra antes de empezar su espectáculo. (Sí, me desilusionó mucho no escucharla junto con los Pereza, en serio.)

Anyway, el concierto siguió luego de esta entrada triunfal. Empezó suavón, con las canciones del nuevo disco. Hubo un par de ellas que me sonaron más que bien, tengo que recordar volver a escucharlas de nuevo. Estaba claro que el tipo estaba preparándose para quitarnos la voz -porque ir a un concierto suyo y no cantar también es pecado-, porque, en cuanto tocó unos 4 ó 5 temas nuevos, atizó con los antiguos hasta casi dejarnos roncos. Primero, si la memoria no me falla, tras unas emotivas palabras que dedicó a su queridísima Chavelita Vargas, que había cumplido la friolera de 91 años, nos enterneció con su particular bulevar de los sueños rotos:


Esta canción estuvo genial, pero he de reconocer que a mí no me robó el aire hasta que reconocí las notas con las que comienza la que, para mí, es una de sus grandes obras maestras:


De algún modo sabía que iba a cantar esta canción, pero, aún así, me pilló de sopetón. Casi lloro de la emoción contenida. Esta canción es tan, tan demasiado... Y no sabéis cuánto más lo es cuando son miles las personas que corean sobre mentiras que ganan juicios. Quedarse sin palabras acaba diciendo aún mucho más.

Y a los pececitos se los comió el desaparecido mes de abril...


Que apenas duró lo que dos peces de hielo en un "whisky on the rocks":

Y una Princesa muy movidita que, sin duda alguna, me convenció más que bien:

Y también eso, de pronto, se llenó de musha musha polisía (bestial, oír a toda la gente coreando eso. Bestial):

Uno de los momentos culminantes del concierto fue cuando al señorito se le ocurrió interpretar "Y sin embargo". Si es verdad que hay que hacer mención a cuan hermosa es la canción por sí misma, se llevó la palma por ese alucinante solo de la corista que te robaba las palabras, el aliento, y las ganas de que aquello acabara. No sólo es que la tía -¿agh, cómo se llamaba?- tenía una voz quepaqué, es que bordaba la canción, le dió ese poderío que aquellos versos pedían, y, bueno, que te pille la canción de "Y sin embargo te quiero" en plena feria, te anima, quieras o no. Una pena no poder compartirla via YouTube:


Ya, casi acabando el concierto, nos arrulló una declaración de amor como es "Contigo". Pero lo mejor fue ese giro que le dió a la letra, cuando nos sacó una ovación con su <<Yo no quiero París con aguaceros/ Ni El Zapillo sin tí>>. Qué tío.


Y, como todo lo bueno tiene su fin, llegó la traca final: "La del pirata cojo", "Y nos dieron las diez", "Pastillas para no soñar", y, como fin, su canción "Crisis" (¡Puta, puta, puta crisis!). Sí, no quería que terminara, pero, bueno, alguna vez tendrá ese hombre que descansar -ey, que fueron dos horas y media de concierto. Raro es hoy en día superar las dos horas sin parar de dar espectáculo... -.

Bueno, en esencia: un concierto de esos que sólo puedes sentir, que debes sentir antes de decir que lo has visto todo en esta vida. Muy buen repertorio de canciones, y unos músicos soberbios (caí rendida ante la corista. ¡Qué mujer! Hasta en una canción hizo de prostituta en una farola... ), a la altura del maestro. Y, por supuesto, Sabina y sus mini poemas dedicados, sus historias de la vida, sus bromas y sus continuas menciones a las mujeres de dudosa moral.

Ya sabéis, si os gusta la música de verdad, y no os importa escuchar a un hombre que preguntaba cada dos por tres a un público mayoritariamente adulto si ya habían nacido cuando... , os recomiendo gastaros vuestro dinero en un concierto del maestro de la poesía de la calle español, aca Joaquín Sabina, "el Flaco de Úbeda". Dudo que os decepcione.


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