viernes, 25 de noviembre de 2011

Forever Freddie



Hoy estaba viendo las noticias de Antena 3, cuando, casi al final (donde las mejores y prácticamente únicas noticias que sacan sonrisas), oí ese nombre, y levanté mi cabeza con todo el interés que debo tener.

Freddie Mercury. Mi Freddie Mercury.

Caí un poco tarde, de que, efectivamente, hoy era una fecha ciertamente importante como para ser merecedora de un escaso minuto en el noticiario cargado de desoladora economía  y política. Porque un fatídico 24 de noviembre de 1991 la prensa inglesa, mundial, despertaba con una impactante, inesperada, pero, ante todo, devastadora noticia. Hoy hacía 20 años. 20 años de su muerte.

Miraba la pantalla embelesada, casi hechizada, mientras una leve pero sentida sonrisa se formaba en mis labios. Ahí estaba, lo más parecido que tengo a un verdadero ídolo, a un rey, a un icono, a un modelo a seguir como artista. Le veía contornearse con aquellos estrafalarios modelos que llevaba en los videoclips, tocar el piano dejándose llevar por la melodía, sonreír o incluso seducir a la cámara que le grababa con un simple movimiento con sus cejas, vestirse –y vestir a todo el grupo- de mujer y pasar la aspiradora con unos movimientos provocativos de los que yo jamás haré gala, pasear por el gigantesco escenario ante todos esos miles y miles de personas con la tranquilidad de quien pasea por el pasillo de su casa pero con la fuerza de un león, pero, ante todo, e hiciera lo que hiciera, yo le veía siempre derrochando esa voz tremenda  e inimitable mientras se llevaba al público en su bolsillo. Daba igual qué canción pasaran en el popurrí: Don’t Stop Me Now, Livin’ On My Own, Bohemian Rhapsody, We Will Rock You, We Are The Champions, Show Must Go On… la reconocía y empezaba a cantar mentalmente a la par. Con un poco de esfuerzo añadido, sabía decir de qué lugar provenían las imágenes, incluso.

Entonces, escuché el fin de la noticia. Un 23 de noviembre se publicó un comunicado en el que afirmaba ser portador del virus del SIDA. Silencio, preocupación. Al día siguiente, Farrokh Bulsara moría por una bronconeumonía en su casa, junto a sus seres más allegados. Silencio, llanto. El líder de Queen había muerto.
La noticia no tardó en darse por concluida, y sólo fue entonces cuando me di cuenta que más arriba de mi sonrisa mis mejillas estaban bañadas por las lágrimas, tal y como están ahora. Y es que me duele, joder, me duele como si hubiera vivido en mis propias carnes ese fatídico día, a pesar de que nací 24 días más tarde. Cada vez que le veo, cada vez que le escucho, no puedo evitarlo, no puedo evitar sonreír, como tampoco puedo evitar llorar cuando le recuerdo en días como hoy. Oír “The Show Must Go On” y saber que su letra guardaba una negra premonición a sus fans de lo que se avecinaba. Verle en “These Are The Days Of Our Lives”, demacrado, visiblemente enfermo, pero cantando y mirando a cámara con una dulzura inexplicables con meras palabras, susurrando al final de la canción, como quien se despide de su amado ya para siempre, “I still love you”. Lo he dicho antes, lo digo ahora y lo repetiré siempre: era algo más que un mero cantante para mí, es mi particular ídolo. Odio elegir favoritos, pero no puedo evitar pensar que sería capaz desechar todo lo demás y sólo escuchar la voz de Freddie. Y es que he decidido, hoy mismo, que algún día, tarde o temprano, iré a Suiza, a tu Montreaux, a tu estatua, y allí lloraré hasta saciar el lamento perdido de todos estos años.

Freddie,
Hoy han pasado veinte largos años desde que falleciste, que son los que he vivido yo. La medicina ha mejorado, tanto que en un país como Inglaterra tú hubieras sobrevivido, hubieras vivido la vejez de la que hablabas en “Love Of My Life”. Incluso apuesto que te hubiera encantado conocer a Adam Lambert, quien cantó con el resto de tu grupo haciendo honra a tu puesto, o ver el musical de “We Will Rock You”. Te sorprenderías de cuánto escuchamos aún tus canciones, en la radio, en la red, en la tele, en las voces de la gente. Sé que te hubieras alegrado de ver cuánto ha evolucionado la tolerancia y la aceptación del movimiento LGBT, aunque quede aún un largo camino que recorrer. Y también apuesto a que te haría mucha gracia ver a tus imitadores – como esos argentinos-, o tal vez verte como una meme recurrente en CC.
Te hubiera gustado ver todo esto, y yo hubiera dado lo que fuera por verte a ti, por poder haber tenido siquiera la oportunidad temporal de haberte visto dar tu espectáculo en un escenario. Pero la vida es así, y hay cosas que, simplemente, son imposibles. Sin embargo, y esto es lo más importante, aunque ya no estés aquí en cuerpo, siempre estarás en alma. Observa y escucha y verás el legado que has dejado a tu paso, imborrable, incuestionable. Tu música, vida, estilo, fotografías, poses, todo se ha vuelto una leyenda. Y no sólo eso, has conseguido llegar directamente al corazón de tantísimas personas que no te olvidarán ni dejarán de admirar en el resto de su vida, como yo misma lo soy.


Hay miles de cosas que me gustaría decirte, miles, pero si sólo pudiera decirte una frase, sin  duda sería:

“Felicidades, Freddie, por convertirte en eternidad.”