martes, 7 de septiembre de 2010




"Oye la voz de un hombre que te canta,
y, en vez de dulces pasos de garganta,
escucha amargos trancos de gaznate;
oye, dama, el remate
de mis razones, la sentencia extrema
que, por ser dada en Rota, es la suprema.


El que por ti se muere en dulces lazos,
muere con propiedad por tus pedazos,
pues estando tan próspera de bienes,
tantos remiendos tienes,
hermosísimo bien del alma mía,
que, siendo tan cruel, pareces pía.


Eres rota, señora, de tal modo,
que tienes rota la conciencia y todo;
y tus hermosos ojos celebrados
también son muy rasgados;
mas en tu desnudez hay compañeros:
que el vino y el amor andan en cueros.


En la batalla, la bandera rota
del arcabuz soberbio con pelota,
cuanto más rota, más muestra vitoria,
y en su dueño más gloria:
así tus vestiduras celebradas
muestran más gloria cuanto más rasgadas.


Rompe la tierra el labrador astuto,
porque, rota, la tierra da más fruto:
así el amor, bellísima señora,
te rompe alegre agora,
como a la tierra simples labradores,
por dar más fruto y por mostrar más flores.


Y desnuda, rotísima doncella,
tan linda estás, estás tan rica y bella,
que matas más de celos y de amores
que vestida a colores:
y eres así a la espada parecida:
que matas más desnuda que vestida.



Mas como el guante rompen los amantes
para que puedan verse los diamantes,
así quiso romperte la pobreza,
para que la belleza,
que está en todo tu cuerpo repartida,
no quedase en las ropas escondida.


Cansada está mi musa de cansarte
mas yo no estoy cansado de alabarte,
pues no podrá hacerse de tus trapos,
tus chías y harapos,
tanto papel, aunque hagan mucha suma,
como en loarte ocupará mi pluma."




<<Oye la voz de un hombre que te canta>> , Francisco de Quevedo.

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